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¿paz? ¿salud mental?

columna de opinión

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Catalina Márquez Bedoya

Instagram: @uwosbah

Implementar líneas de atención fue un reto que tuvo que vivir el Ministerio de Salud y Protección Social, para hacer frente a las situaciones que vivía la población producto de la pandemia. Esto me hace preguntar qué tanto afecta a las personas tener que ver constantemente noticias sobre las masacres que se viven en Colombia, justo en tiempos de confinamiento.

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Primero tenemos que tener en cuenta las estadísticas del conflicto armado en Colombia. Para ello usaré las cifras que aporta el Centro de Memoria Histórica. Los datos más recientes arrojan cifras entre los años 1958 y 2018: en este tiempo han ocurrido 4210 masacres, dejando 24.447 personas asesinadas. Se ha establecido como responsable de 2113 masacres a los grupos paramilitares, 757 efectuadas por la guerrilla, 292 a manos de miembros de la Fuerza Pública, 178 efectuadas por bandolerismo, 95 atribuidos a grupos de posdesmovilización, 40 a cargo de grupos armados no disueltos, 35 ejecutadas por agentes del Estado/ grupo paramilitar en conjunto y 21 ejecutadas por otros grupos armados.

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De otro lado, las cifras que proporciona Idepaz, en el 2020, de enero a noviembre, se han ejecutado 71 masacres, que dejan 282 personas asesinadas. El presidente Iván Duque Márquez ha hecho declaraciones en donde afirma que son resultado de homicidios colectivos. Aclaración: no son homicidios colectivos. Son masacres.

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Tenemos que tener en cuenta este precedente de violencia. Son más de 50 años de conflicto, que han atribuido múltiples afectaciones tanto a nivel físico y psicológico. Pero los colombianos no solo tienen que lidiar con las secuelas de esta: también existen otro tipo de violencias a las que se ven afectados día a día, como lo son violencia criminal, violencia intrafamiliar, violencia sexual y violencia de género, porque aun en el siglo XXI Colombia sigue siendo un país extremadamente conservador y machista.

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Los medios y hasta el propio presidente manejan la información, al parecer, sin mayores filtros, y todo esto es absorbido por los televidentes, ya sea al verlo en noticias, periódicos o redes sociales. Lo cierto es que estamos inundados de tanta información. La pregunta sería: ¿toda esta información que recibimos que tanto afecta a nivel psicológico a las personas? ¿cuáles son las estrategias del gobierno para hacerle frente a las afectaciones que se dan?

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Los medios de comunicación tienen un poder muy grande, pueden manipular la información a su antojo, masticarla y luego visualizarla como la única verdad. Las redes sociales aportan una dinámica diferente, es una manera distinta de enterarse de las cosas que suceden, pero es igual de fácil caer en la desinformación.

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Pero entonces, ¿qué sucede con todas esas emociones que los televidentes van acumulando, cuales son las vías a las que pueden acudir, siendo Colombia un país que no invierte lo suficiente en la salud mental de sus habitantes? Acceder al sistema de por sí ya es una odisea, cuando se trata de poder acceder a una cita con el psicólogo o psiquiatra los tiempos de espera son eternos.

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El Ministerio de Salud diseñó un proyecto en salud mental y construcción de paz con el propósito de recuperación emocional de las víctimas de la violencia. Gracias a la encuesta que ellos desarrollaron en el 2015 pudieron evidenciar  que por cada 10 colombianos, 1 ha tenido afectaciones mentales, siendo la depresión y la ansiedad las más recurrentes, estas afectaciones tienen mayor impacto en las mujeres que en los hombres sin importar el rango de edad.

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Aunque las afectaciones mentales son en mayor medida en las víctimas y victimarios del conflicto armado, el resto de población colombiana en este caso los televidentes se ven afectados, porque en este país nadie está exento de sufrir la violencia, algunas personas en menor medida pero en si está presente todo el tiempo.

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Para enfrentar todas estas situaciones y afectaciones es necesario que las estrategias que plantea el ministerio de salud sean más accesibles. Es necesario aumentar la cobertura de personal e implementar espacios para promover el cuidado de la salud mental, en el hogar, instituciones educativas y en el trabajo, para que la salud mental no termine siendo un privilegio.

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