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mente de angustia

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Luisa Fernanda Giraldo Valencia

Instagram: @luisagiraldo_1

“Yo puedo estar riéndome, de buen genio, estar bien, levantarme bien y de un momento a otro resulto llorando y gritando”, estas son las palabras que resuenan en la cabeza de María Ligia Valencia, una mujer de 50 años que casi toda su vida ha sufrido de bipolaridad, depresión bipolar.

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Ligia no recuerda específicamente cuanto lleva con esta enfermedad, pues le pregunto y comienza a hacer unos cálculos, finalmente me dice “me la diagnosticaron hace 20 años, eso que lleva más, pero no me acuerdo bien de la fecha”; no le incomoda para nada hablar de su enfermedad, no dice mucho, pero tampoco se cierra en las preguntas.

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La bipolaridad es un trastorno mental que a pesar del paso de los años sigue siendo muy desconocido por la sociedad, pues la palabra bipolar se ha banalizado mucho y se le ha dado un mal uso, ya que se le atribuye a casi todo, por ejemplo, cuando nos levantamos de mal humor y al rato estamos bien, consideramos que por el cambio de humor padecemos de esta enfermedad, pero es totalmente erróneo.

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Realmente, la bipolaridad es una enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo, consiste en que la persona pasa semanas o meses en la etapa depresiva, otras semanas o meses normales, en buen estado de ánimo y otras semanas o meses en depresión, euforia o manía. Estos cambios en el estado de ánimo pueden afectar el sueño, la energía, el nivel de actividad, el juicio el comportamiento y la capacidad de pensar con claridad.

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Se estima que el 1% de la población adulta colombiana tiene

Desorden Bipolar en forma grave (Tipo 1, con síntomas psicóticos)

y el 2% lo padece leve o moderadamente (Tipo II)

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Cada persona tiene un detonante diferente, para Ligia es la familia y el insomnio, ya que considera que está prácticamente sola y esa soledad es lo que la deprime más. Sin embargo, su hermana considera que todo esto empezó por un esposo que ella tenía, pues este “le dijo que se iban a cambiar de casa, le hizo empacar todo y montaron todo al carro, pero resultó que él se iba a ir para donde la mamá, entonces era mentira que se iba a cambiar de casa, la dejó y a ella le tocó volver donde mi papá”.

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En Colombia, el 60% de los casos, en su primer episodio de la enfermedad se le asocia a tristeza extrema. Algunos detonantes son: problemas económicos, divorcio, soledad, adicción al alcohol o las drogas y antecedentes familiares con la enfermedad.

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Cuando Ligia es internada, la llevan al Hospital Mental Universitario de Risaralda, conocido como Homeris, una Empresa Social del Estado dedicada al diagnóstico y tratamiento de enfermedades psiquiátricas, cuentan con hospitalización para tener un mejor control y así se asegura un mayor nivel de atención en el que monitorean de cerca a los pacientes y les brindan medicamentos que no están en los hogares.

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Su hermana menor que es la que ha estado siempre presente recuerda las tantas veces que se ha perdido, de la que más habla es de la vez que “tuve que ir al Campestre a buscarla, estaba por allá en un andén sentada, llorando y no se dejaba llevar a ningún lado. Eran como las dos de la  mañana, se agarraba de las ventanas y por allá de la calle, no se quiso dejar llevar, me tocó pedir el favor a un policía y a mi hijo que me ayudaran a alzarla al carro para poderla llevar a Homeris.

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Aunque ha pasado más de la mitad de su vida luchando contra esta enfermedad, Ligia no se acostumbra y los médicos no dicen nada alentador, el diagnóstico es que  “eso no tiene cura, que tengo que tomar pastas para controlarla, pero que cura no hay”. Actualmente Ligia está en tratamiento con psiquiatría y con psicólogo, debe ir cada seis meses y estas son realizadas por medio de la EPS.

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Existe una Ley en Colombia, Ley Esperanza de Salud Mental (1616 de 2013), esta establece un Plan de Tratamiento Integral que debe ser proporcionado por “Equipos Multidisciplinarios” conformados por diferentes especialistas: psicólogos, terapistas ocupacionales, trabajadores sociales y deportólogos.

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Durante la intervención se recomienda hacer ejercicio a diario, no trasnochar, respetar los horarios de sueño, no consumir sustancias psicoactivas, alimentarse sanamente, tener hábitos constructivos, no consumir alcohol, entre otros.

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Ligia es muy consciente que debe dormir, sin embargo, como sufre de insomnio tiene que tomar medicamentos bajo prescripción médica para inducir el sueño “si no, no duermo y si no duermo a los ocho días ya estoy enferma, descompensada”.

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Con relación a la cura, es importante tener en cuenta que la condición bipolar es genética, se hereda; su consecuencia es una alta vulnerabilidad del cerebro al estrés. Por esto, la idea no es buscar la cura sino encontrar la estabilidad, a través de la aceptación, comprensión y concientización del trastorno.

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Si no se trata, el trastorno bipolar puede provocar problemas graves que afectan todos los factores de la vida y generar otras alteraciones relacionadas con el consumo de alcohol y drogas, problemas legales o financieros, desempeño deficiente en el trabajo o en el estudio y en los casos más graves puede terminar en suicidio o intentos de este.

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En Colombia, el 80% personas que sufre el trastorno

no han sido diagnosticadas, no reciben tratamiento

o acuden a la ayuda de chamanes

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