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tokio, el pacífico pereirano

reportaje

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Marcela Albornoz Granada

Instagram: @malzgr

Tras el desplazamiento forzado y la violencia a finales de los años noventa en Colombia, muchas familias tuvieron que trasladarse del Chocó y rehacer su vida en otros lugares. La mayoría de ellas, colonizaron zonas de la ciudad de Pereira que hoy se constituyen como barrios. Uno de ellos es Tokio, donde el desarraigo dejó un estigma de violencia y delincuencia que los jóvenes combaten a diario con cultura y arte para hacer frente a las problemáticas locales de la comunidad, todo a través de la conservación de las tradiciones del Pacífico chocoano; muchas de ellas se expresan en la Tokiomanía, Festival de Raíces Pacíficas.

 

Tokio, ubicado en la comuna de Villa Santana, en Pereira, es un barrio que, según datos de Planeación Municipal, cuenta con una extensión de 453.980 m2 donde viven alrededor de 925 familias, 153 de ellas desplazadas por la violencia; hogares oriundos de departamentos como Chocó, Santander, Bolívar, Valle y Risaralda. Un fenómeno social que desde 2006, evidenciaron periodistas como Alberto Rivera en el extinto periódico La Tarde.

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El Festival de Raíces Pacíficas Tokiomanía se realiza durante el segundo fin de semana del mes de octubre de cada año desde el 2012. Tiene como finalidad resaltar las costumbres de la Región Pacífica con: “Juegos, muestras gastronómicas del Pacífico, concurso de danzas del Pacífico, cantadoras, exhibición de peinados afro, Gualí, partería, medicina ancestral y tradicional, encuentro de artistas, chirimía, entre otras actividades representativas”. Así lo describen sus organizadores David Rentería, Carlos César Palacios y Yulfary Pino.

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La comuna Villa Santana representa en el centro occidente del país el asentamiento afrocolombiano más grande

y representativo de la región cafetera, y desde hace varios años realizamos el encuentro más significativo que la afrocolombianidad pudiese darle a esta ciudad

que nos acogió con sus brazos abiertos

 

 según el portal lacoladerata.com, en su artículo ‘Tokiomanía: la verdadera imagen’.

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David Rentería, joven líder social y uno de los fundadores de la Tokiomanía, cuenta que todo este proyecto nació a partir de proyectos de trabajo social donde diferentes entidades iban al barrio a enseñar danzas, teatro y demás actividades. “A partir de eso se comenzó un proceso de interés por la cultura”. También cuenta que “...el proceso se empezó a ver afectado por temas como el microtráfico y los asesinatos, porque este sector ya tenía algunas personas que no accionaban como debía ser y nosotros no estábamos relacionados con todo ese tipo de actividades”.

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En el año 2012, el 30 de diciembre, asesinaron en el sector de Las Brisas a un compañero, era el mejor amigo de David. Ese asesinato llegó en un momento en el que Rentería buscaba mejores condiciones de vida y había empezado su carrera universitaria, junto a otro compañero, Carlos César, saciado de cambio en el barrio, empiezan a construir sociedad.

Allí surge la idea de iniciar con una organización que lleva el nombre de Impacto Juvenil y que desde el principio empezó con actividades como cine foros en los cuales se dejaba una moraleja en los jóvenes que asistían a estos encuentros. “Hay que entender que estamos en un sector donde suceden muchas cosas y teníamos muchas veces que ver cosas y no hablar, pero encontramos la forma de cómo tratar esas problemáticas”, señala David.

 

Después de avanzar con la comunidad y de hacer múltiples actividades en diferentes sectores que rodean a Tokio, se tomó la decisión de crear un festival en torno a la vida, a la cultura y conforme a todos los gustos de los habitantes del barrio. Así surgió el Festival de Raíces Pacíficas Tokiomanía como una de las apuestas para toda la comunidad afro del sector.

 

Las raíces afrocolombianas en el barrio:

 

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) determinó, a partir de la Encuesta de Calidad de Vida -ECV- 2018 que el volumen de la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera en 2018 es de 4.671.160 personas, que corresponde al 9,34% de la población total nacional. Así lo explica en su presentación de resultados de Población Negra, Afrocolombiana, Raizal y Palenquera (NARP) en el informe de Población de Grupos Étnicos en Colombia.

 

De estas 4.671.160 personas, 43.562 residen en el departamento de Risaralda hasta el 2018 según el informe de Encuesta de Calidad de Vida (DANE, 2018). En Pereira en el año 2019 se registraron 21 mil personas asentadas de origen afrodescendiente y palenquera que con esfuerzo han intentado reconstruir su vida, todo esto a causa de los enfrentamientos entre la guerrilla y los paramilitares a finales de los años noventa.

 

Desde el 2006 empezaron a formar distintos barrios representativos de la ciudad, incluyendo El Plumón y Tokio; con el paso de los años Risaralda se ha convertido en el departamento hogar para las personas afrodescendientes víctimas del conflicto y el desplazamiento de regiones como el Chocó, Cauca y Córdoba.

 

En la Constitución Política de Colombia de 1991 se reconoció

a las comunidades afrocolombianas como pueblo,

con un conjunto de derechos colectivos, que forma parte de

la diversidad étnica y cultural de la nación,

por primera vez reconocida constitucionalmente.

 

Así lo explica el Ministerio de Cultura en su publicación Afrocolombianos, población con huellas de africanía del año 2010. 

 

Yulfary Pino, descendiente de chocoanos que se desplazaron a Risaralda en épocas de la violencia, profesora de danzas y otra de las integrantes de los organizadores del festival, cuenta que su vocación nace desde ese sentimiento por dejar esta cultura marcada, por inculcar todas las representaciones artísticas pacíficas a los niños y adolescentes del barrio para que sea otra alternativa de entretenimiento que ayuda a avivar todas esas costumbres ancestrales que caracteriza a los participantes de la Tokiomanía.

 

Yulfary también cuenta que “Tokiomanía busca devolvernos a todos nosotros un poquito de nuestra identidad, un poquito de ese pacífico, de esas raíces que realmente han sido como muy dejadas o digamos, muy guardadas por nosotros, porque hemos adoptado otra forma de hablar, otra forma de comer, otra forma de actuar y nos hemos ido olvidando de ese pacífico que está tan metido que solo color de piel y las solas costumbres lo dicen”.

 

“El costo del festival se ha ido incrementando a través de los años, al principio era a punta de préstamos de tarimas y sonido por parte de políticos o personas que buscaban ayudar al barrio. Este año el costo de la transmisión oficial de la Tokiomanía fue de un aproximado de 7 millones de pesos gestionados por el Ministerio de Cultura y nuestra organización Impacto Juvenil. Este precio fue también porque buscamos a los mejores realizadores audiovisuales para que nos hicieran unos buenos videos y así mostrarlo de una manera adecuada a los seguidores de la página en Facebook” Así explica Carlos César el costo del festival en el 2020.

 

En la Tokiomanía también se busca beneficiar el proceso económico de distintos participantes que hacen parte de la Tokiomanía. Tal es el caso de las mujeres que realizan peinados afros como las trenzas chocoanas conocidas como ‘box braids’ hechas con kanekalon, un material a base de fibra modacrílica que da como resultado una extensión similar a la del cabello humano y es trenzado junto al pelo natural desde la raíz hasta las puntas. También realizan diferentes tipos de figuras con las trenzas y en distintas ocasiones utilizan turbantes.  El costo de estos peinados depende de la cantidad de cabello y estilo por el que opta el cliente.

 

Por otro lado, se encuentra Ana Rosa, quien es un personaje reconocido en la Tokiomanía y la encargada de compartir la tradición gastronómica a través de sus recetas propias del Pacífico. Una de las más reconocidas es el arroz de maíz con primitivo, Ana explica que este plato consiste en “una sopa de pescado machacado con maíz molido y plátano verde pequeño que se da en los almuerzos del Chocó”.

 

 Ana también se encarga de dejar una enseñanza de la variedad de frutas provenientes del Chocó como el lulo chocoano, la pulpa del cacao e incluso el achiote, el último se utiliza para darle color a las comidas. El fin de la elaboración de estos platos es el de traer un pedacito de su tradición a través de la gastronomía que en muchas ocasiones se realiza para la degustación y otras veces se vende, todo esto también depende del plato o fruta que esté adecuado para su venta.

 

Según David Rentería, esa es una reunión donde más que rumbear y emborracharse, se aviva implícitamente la cultura del Chocó que ha sido tan azotada por la violencia pero que siempre se portará con orgullo. Aquí es donde se juntan varias culturas y personas de distintas razas, tamaños y colores.

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Aquí la fiesta se vive entre indígenas, blancos, negros y demás

 

 Tokio es más que el estigma de violencia, delincuencia y drogadicción que le dan las personas de afuera a aquel pequeño sector de la ciudad donde poco a poco se despojan de aquellos imaginarios negativos a través de la resiliencia del baile, el canto, la gastronomía y demás actividades que ayudan a conservar en paz y para la paz su cultura chocoana y a su vez las ganas de vivir de una manera saludable la fiesta del pequeño pacífico pereirano.

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