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tras bambalinas en buenos aires

crónica

Foto

Sara María Castaño Vélez

Instagram: @_scvelez 

Llegó en la noche a enfrentarse a una ciudad llena de luces, sin conocer a nadie y sin poder comunicarse con sus padres. Jorge, un taxista que la esperaba con un cartel que tenía su nombre, y que sería su único amigo por el momento, le mostró la ciudad y en esas le dijo: “¿querés helado? Vamos a mi heladería favorita. Yo invito”. A lo que ella con desconfianza aceptó, y a su vez pensó que esa era su comida preferida. Cuando llegó al lugar, ella se sorprendió por la cantidad de sabores que tenía a su elección, Jorge le recomendó muchos de los que ya había probado. Ella pidió “lo más argentino posible”, después salió junto con él de la heladería, disfrutaba del helado y de la conversación como si fueran dos mejores amigos en un recorrido por la ciudad.

 

A las dos de la mañana llegó al lugar que sería su casa. Había mucho ruido; gritos, carcajadas y juegos. Presenció la vida nocturna de los porteños y personas extranjeras contagiadas por lo mismo. Su primera impresión de la casa no fue buena, vio todo muy sucio y desordenado. No habló con nadie y solo se dirigió a su cuarto a bañarse y finalmente a descansar.

 

Apenas despertó quería comer algo, pero no tenía nada. Se arregló y se fue a caminar, entró a un Carrefour (que fue sorpresa para ella) e hizo su primer mercado; avena, granola, yogur, fruta, verdura y arroz.

 

Ese viernes fue a la universidad a solucionar unos problemas de documentación. Ella, muy segura de estar en el lugar correcto, lo confirmó nuevamente al ver las instalaciones llenas de enredaderas en su exterior. Le parecía hermoso; todo muy ‘vintage’, una estructura de cuatro pisos y un teatro en el sótano decorado a la antigua. Una impresión muy de Buenos Aires. Ella ya se sentía parte, era lo que quería y lo que soñó por mucho tiempo. Llegó a su casa donde se sentían como hogar todos los habitantes del mismo ambiente; eran de todo, menos desconocidos.

 

Allí conoció a personas de Perú, Brasil, otras provincias argentinas, e incluso otros colombianos. Concordaban voces que nunca pudo haber escuchado si se hubiera quedado en Colombia.

 

Conoció a Rossi, su mejor amiga ahora. También a Nicolás, el más antipático y engreído. Con ellos y otros de la casa hizo sus primeros viajes; conoció unas cuantas discotecas, como Buda Bar, un ambiente que no cree encontrar en otro lugar; un bar para extranjeros, algo tranquilo, pero también con mucho espacio para bailar.

 

En la casa descubrió a Nicolás, el chico que estudia medicina, pasaba tardes enteras en la biblioteca; ella leía a Shakespeare mientras él leía sobre su carrera. Con esta vivencia aprendió que cada persona está para aprender de las otras, la vida no es una competencia. Se aprende de las cosas y se cambia constantemente.

 

Paulina, avala cada tipo de artistas; desde el que vive de hacer malabares en las calles, hasta el que vive del cine y se hospeda en una mansión. Cada ser humano sobrevive a su manera. Esta reflexión la deja en el aire porque en los teatros argentinos las funciones eran excelentes y se pagaba lo que quisiera, hechas por ‘Actores de la gorra’. Ella tuvo la oportunidad de ir a un teatro muy famoso y la función le pareció terrible. Así que lo que más nombre tiene no es siempre lo mejor que puede encontrarse.

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A todos, Paulina les regala la frase de su papá, que en sus palabras es “Haz lo que te haga vibrar”. Esto, como incentivo a coger valor para disfrutar de lo que les gusta. Ser más personas y más conscientes de las acciones y palabras.

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El día de su cumpleaños, Paulina estaba sola, un poco agobiada, así que se arregló y fue a la universidad como nunca, pero antes, tuvo que ir a la lavandería a dejar una ropa. La chica de la lavandería notó algo diferente y le preguntó qué pasaba. Al enterarse, la chica le dijo que no tenía más que un mate y unas galletitas. En un momento donde estaba tan angustiada, dos mates, unas cuantas galletas y una conversación con la chica de la lavandería, salvaron su día especial. “Son las cosas que nacen del corazón y salen de improvisto”, añade Paulina.

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Todo no fue bueno, pero sin duda, cada día es un aprendizaje; la atropelló un auto y nadie la ayudó, tuvo que arrastrarse hasta llegar al ‘Subte’ donde la vio un amigo que pudo ayudarle. Faltó dos semanas a la universidad a causa de la inflamación y de que no tenía mucha movilidad. El último día le iban a robar todo el dinero que tenía en el depósito, fueron largas horas donde tuvo que enfrentar a estas personas oportunistas, sola. Otro día le robaron dinero haciendo un mercado. Pero… “nunca pasa nada”.

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Vivió una marcha que gritaba a favor del aborto legal y el movimiento feminista, y ¡ahí sí que pasó algo! Hasta el día de hoy es activista del movimiento, y eso sí que le ha cambiado la vida.

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Maria Paulina García se va con las luces que la recibieron en Buenos Aires, los gritos en la protesta de las madres que perdieron a sus hijas, se va con el sabor de Buenos Aires en el primer helado que recibió y con más ganas de seguir fuera de su zona de confort, como actriz, cineasta y perseguidora de sueños.

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