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¡a toda marcha!

columna DE OPINIÓN 

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Valentina Fernanda Chang Solano

Instagram: @valentinafcs

Aunque en el 2020 el mundo se detuvo por el coronavirus, hubo mucho movimiento en los ámbitos sociales: el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos denunciando la brutalidad policial y su contra parte All Lives Matter, las manifestaciones en Hong Kong en contra del gobierno chino y ahora en Polonia con protestas por los derechos reproductivos de la mujer.

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Colombia no se queda atrás, rechazando los diferentes hechos de violencia que hemos visto a lo largo del año y la falta de acción del gobierno. El Comité Nacional de Paro convocó a una movilización para protestar en contra de varias cosas: el abuso policial, el decreto 1174, el asesinato de líderes sociales y exguerrilleros de las FARC, y la cantidad de masacres en diferentes puntos del país, desatando una ola de violencia a través de la capital.

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El nivel de injusticias, asesinatos, maltratos y atropellos

que ha recibido el pueblo colombiano solo a lo largo de este año

justifica el enojo y por lo tanto, la manera de actuar de muchos

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Muchos pueden decir que no es el tiempo para esto, sabemos el peligro que representan las aglomeraciones y por ende el riesgo de contagio, y tal vez usted que está leyendo piense que hay otras maneras de protestar, asumiendo que por lo menos piensa que si hay una razón del porqué hacerlo, pero déjeme decirle, el nivel de injusticias, asesinatos, maltratos y atropellos que ha recibido el pueblo colombiano solo a lo largo de este año justifica el enojo y por lo tanto, la manera de actuar de muchos. No se confunda, no soy partidaria de la violencia de ninguna forma, pero ya hemos visto que los cacerolazos, los performances y las invitaciones a marchar pacíficamente no han servido de mucho, a menos de que se tenga un alma sensible y se crea que con un abrazo y diciendo por favor la reparación, la justicia y los derechos llegarán.

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Debemos recordar que estamos en Colombia, donde ya se han intentado varios caminos para la pacificación; sin embargo, es tiempo de hacerse escuchar y de incomodar a los indiferentes. Pongamos en perspectiva lo que es un bus o unos cuantos buses de Transmilenio que terminaron destruidos después de las manifestaciones, con 61 masacres a octubre de 2020 según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) y 167 denuncias de abuso policial solo en las manifestaciones del 9 y 10 de septiembre según la Secretaria de Gobierno de Bogotá, ¿desde cuándo algo material se volvió más importante que una vida humana? ¿por qué hay tanta indignación por un bus y no por esos ocho universitarios que asesinaron Samaniego?  

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Le pregunto al lector: ¿usted no movería cielo y tierra por su familia? Si la respuesta es sí, entonces haga el ejercicio de ponerse en el lugar de todas esas familias que han quedado quebradas por la violencia que nos ha acompañado hace más de cien años. Quiero aclarar que dentro de los actos de protesta que se han dado en estas marchas, solo defiendo a los que tienen un deseo ferviente de mejorar Colombia y de querer visibilizar los problemas e injusticias, los que ya están cansados de ser ignorados y de ver como ignoran a esos en necesidad, los que creen en el país que Colombia puede ser y los que ya no están para más cacerolazos y besatones. Sí, lamento que los bogotanos tuvieran que hacer una pequeña desviación para ir a su trabajo, coger otro bus o irse por otro medio de transporte debido a los buses perdidos en estas protestas, pero lamento más las familias de los asesinados, lamento mucho su rabia y dolor, lamento que no tenga respuesta ni justicia.

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Los colombianos no son fichas que se

puedan mover al parecer de sus dirigentes

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Es tiempo de cambio, es tiempo de que la cultura colombiana deje de significar dolor y violencia. Sí, se tiene que parar para avanzar. Debemos romper un ciclo de años de corrupción, mentiras y muertes. Los colombianos no son fichas que se puedan mover al parecer de sus dirigentes. Las familias de los afectados merecen y necesitan una respuesta, esos desaparecidos por la policía, los paramilitares y guerrilleros necesitan ser encontrados, esas niñas y jóvenes abusadas diariamente necesitan leyes más severas que las protejan y educación en colegios y universidades para erradicar una cultura que las ‘cosifica’, los congresistas deberían ser menos y con menos paga, la policía debe ser reformada y los policías corruptos sancionados y despedidos. Si esto le parece radical, lo invito a desprenderse de la vida como la conoce hoy, de las noticias, de la politiquería, de los que dicen que este país es y será solo un platanal y básicamente, de la historia colombiana, no olvidarla, pero desprenderse de ella. Tener derechos humanos y un gobierno que vela por estos no es radical.

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Finalmente, esta es una invitación para los que atienden estas manifestaciones, recuerden que es fácil dejarse llevar por el enojo, pero es fundamental siempre tener en cuenta que la razón de estar ahí, es para mejorar, reparar y avanzar. Por una Colombia mejor para los que están y no la han conocido y para los que van a llegar y merecen conocerla.

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